julio 26, 2024

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Santa Fe, Argentina

La compleja situación del femenino: entre la esperanza y la debacle

Definir a la actualidad como un gran cambalache podría ser un término sumamente cercano. Hay demasiadas situaciones viviéndose al mismo tiempo, que sacar de todos estos ingredientes una masa homogénea resulta cuanto menos una tarea para algún chef con estrellas Michelin en su uniforme.

Este gran bosque que representa el básquet femenino nacional necesariamente debe llevar descripciones precisas de cada uno de los árboles que lo componen. Verlo como un todo sería simplista, y como tal, quedarían muchas aristas por fuera.

Arrancar por el principio es absurdamente lógico, y al mismo tiempo necesario. El trabajo en las bases es la pandemia que nos dejó la pandemia, pero no solo dentro de nuestro territorio, sino a nivel global e incluso desde un par de años atrás.

Cada vez son menos las chicas en el mundo que juegan, y hacer germinar nuevamente la semilla llevará tiempo, esfuerzo y paciencia; intangibles que no suelen ser sinónimos del básquet femenino. La realidad marca que faltan jugadoras. El nivel hoy queda de lado. No hay chicas practicando acá, en España, en Turquía… es cuestión de agarrar un globo terráqueo, darle vueltas, frenarlo con un dedo y si la presión no se ejerció sobre el mar, habrá acertado.

Nuestra competencia doméstica nacional es una cosa rara, revestida de improvisación. Jugar se juega, y es un avance, pero no se planifica con tiempo y mucho menos se anuncia con antelación.

Desde que la Asociación de Clubes se hizo cargo de la Liga Nacional en 2017, torneo creado en 1987 por FFBRA, han apostado e invertido por sacarla adelante. Aún tiene vaivenes, varios lunares a corregir, pero en Sudamérica no hay tantas competencias con esta continuidad y eso se debe reconocer.

De igual forma hoy por hoy uno de sus máximos objetivos claros es que la Liga se dispute al mismo tiempo que la competencia Europea, privando con esto a las más de 70 jugadoras que se desempeñan en el exterior a que puedan venir a mejorar el nivel local en el receso del viejo continente.

Se busca, casi idílicamente, que nuestras chicas resignen nivel y poder económico en post de hacer una patria grande, patria que no le brinda ni ese dinero, ni esa competición, ni mucho menos nivel ni duración en meses si se lo compara. Se repite cuan mantra que el escalafón argentino equipara una segunda división europea, pero los hechos distan mucho de ese sueño.

Históricamente nuestra mejor competencia nunca dio ascensos y descensos (y al parecer tampoco lo hará en el corto plazo), por lo que la disputa del Federal en el caso del femenino es más una situación de medirse con otros equipos del país para ver dónde se está parado, sin los recursos (que no son tantos en comparación con el masculino) necesarios para afrontar la Liga.

A través del requerimiento de FIBA que los equipos masculinos que compitan internacionalmente deben tener femenino, a regañadientes en algunos casos, algunas instituciones han sumado planteles femeninos, pero sacando excepciones, se está lejos de una igualdad.

Todo esto claramente impacta en la Selección. Con Sudamérica siendo el último eslabón de una cadena de básquet internacional que cada vez se la ve más distante, y en donde la pérdida de terreno hoy nos lleva a compararnos con seleccionados africanos (Asia nos superó), la realidad fue mutando casi sin darnos cuenta.

De llegar con cierta comodidad a los mundiales y pelear hasta el final por una plaza en los Juegos Olímpicos, a sufrir y mucho en los premundiales y ni hablar en los preolímpicos. Todo esto mientras el nivel de la región y del 90% de América se sigue yendo en picada.

En el femenino, como en la vida, la esperanza es lo último que se pierde. Un buen torneo, una buena camada, los resultados correctos en el momento indicado y el festejo se puede dar. Para que esa alegría llegue a través de un trabajo serio y a conciencia pasarán años. E incluso primero debería plantearse esa idea y seguirla a raja tabla, más allá de las correcciones necesarias en tiempos prudenciales.

Podría decirse con gran probabilidad de acierto que en el femenino doméstico falta casi todo, incluso gente que no piense en el beneficio propio sino en el bien común. Hoy, a nivel Selección mayor, vivimos y morimos gracias a lo que puedan aportar jugadoras que se encuentran en el exterior, donde solo tres disputan una primera división respetada internacionalmente.

De igual manera, en ese gran núcleo que se desenvuelve en las segundas y terceras categorías de Italia y España, más un par que militan en Gran Bretaña, Portugal y Austria, radica la esperanza nacional de llegar a un Juego Olímpico. El mantra de la competencia doméstica se cae cuando se revisan las listas de convocadas y solo figuran unas pocas. El resto, guste a quien le guste, llegan desde Ezeiza. Ese país para ver dónde se está parado, sin los recursos (que no son tantos en comparación con el masculino) necesarios para afrontar la Liga.

Por Emanuel Niel – Fuente: Apreba