La pintoresca ciudad de Málaga, en el sur de España, se vistió de gala para celebrar el capítulo final de Nadal, que finalmente y de manera abrupta se condensó en un solo partido inaugural cuando el español fue derrotado 6-4, 6-4 en sets seguidos por el número 80 del mundo, Van de Zandschulp, en poco menos de dos horas.
Para sorpresa de muchos, el capitán español de Copa Davis, David Ferrer -ex compatriota de Nadal en innumerables batallas y con el que ganó tres Copas Davis en la cancha- eligió al mallorquín frente a la opción más lógica de Roberto Bautista (46º del ranking).
La cancha, el ambiente apasionante, los medios de comunicación internacionales, los intereses comerciales de Nadal (154º del ranking), el orgullo de contar con el mejor deportista de la historia española y el deseo de todo el país y del resto del mundo de verle en su última aparición pesaron más que el argumento de que Bautista y Martínez (41º del ranking) estaban en mejor forma.
“La decisión la tomé el lunes. Rafa estaba mejorando cada día su tenis. A principios de semana supe que Marcel [Granollers] estaba preparado para el dobles. Durante el fin de semana probamos combinaciones y el domingo decidí que Marcel jugaría junto a Carlos [Alcaraz]. Eso es todo”, explicó Ferrer.
Como ya ha hecho a lo largo de su ilustre carrera, Nadal quiso estar a la altura de las circunstancias con garra personal, entrenamiento intenso y talento innato. Sin embargo, el jugador de Manacor (Islas Baleares), de 38 años, volvió a encontrarse con que su cuerpo le traicionaba como le ha sucedido en los últimos años.
Su mente decía una cosa, su espíritu permanecía inquebrantable, pero su cuerpo decía otra. Las reacciones tardías condujeron a errores no forzados que el holandés aprovechó, manteniendo a Nadal desequilibrado y aprovechando sus puntos de quiebre con precisión. Con pocos tiros ganadores en su haber, Nadal estaba muy lejos del jugador que fue una vez, incapaz de dominar como lo había hecho en su mejor momento.
El tiempo no perdona a nadie, como quedó demostrado en el estadio José María Martín Carpena. Más de 18.000 aficionados abarrotaron el recinto, obligando incluso a los medios de comunicación a abandonar sus zonas designadas para dar cabida a los espectadores.
El público aplaudió con pasión a su ídolo y le animó a seguir luchando, sobre todo en los momentos más complicados del partido, como cuando Nadal perdía 4-1 en el segundo set. Sus cánticos de “Sí se puede, sí se puede” reavivaron la chispa del astro y le devolvieron por unos instantes al partido.
Sin embargo, lo que podría haber sido una de las remontadas más épicas de Nadal nunca se materializó, y sólo quedó un esfuerzo noble que no fue suficiente para revertir el resultado. Su oponente holandés emergió como el héroe inesperado, enviando a Holanda a las semifinales y manteniendo vivo su sueño de un primer título de la Copa Davis.
Un profesional extraordinario
El legado de Nadal será inolvidable: 22 títulos de Grand Slam, dos medallas de oro olímpicas, cinco Copas Davis, 14 trofeos de Roland Garros, 36 títulos Masters 1000 y un total de 92 títulos ATP.
Más que números, deja un legado de determinación, resiliencia, disciplina inquebrantable y una pasión eterna por el juego: lecciones que trascienden el tenis y deberían inspirar a las generaciones venideras.
Gentileza: Raúl Daffunchio Picazo – insidethegames
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